miércoles, 13 de enero de 2010

Siete


Siete años de un niño, son el principio de una vida que tal vez no sea lo que se ha esperado; de una vida que tal vez no tenga nada que ver con lo que has estado anhelando desde que tenías uso de razón y veías por la televisión a los astronautas pisando la Luna, o al ídolo de tu adolescencia sobre un escenario, y soñabas despierto con un “tú” ya adulto, ocupando su lugar ... Y luego pasan los años, creces y piensas que todo son fantasías de la niñez por las que no vale la pena luchar ... Es más seguro estudiar, tener un trabajo estable y aburrido y no pensar más en sueños tontos. ¿Para qué van a servir entonces? ¿Qué utilidad van a tener? ¿Acaso van a llevar comida a la mesa ...?

Siete años de una planta ... ¿Qué serán realmente siete años en la vida de un geranio que adorna tu jardín? Está ahí ... lo recuerdas desde que tenías la edad de aquel niño que soñaba con ser cantante, lo recuerdas cuando llevaste a tu primera novia de instituto a comer con tu familia y ella te dijo ... “¡Qué bonita!¿Qué es? Tiene unas flores maravillosas”. Pero ¿realmente sabes que ha estado pasando por su “cerebro” recorriendo su tallo en forma de clorofila? ¡Cuantas vidas habrá vivido mientras tu pensabas que solo era una ...

Siete ... Sentado en un sofá con la mente abotargada por Dios sabe qué sustancias. Siete años sin reconocer a tus seres queridos, más que en contadas ocasiones en las que tu mente recuerda los malos ratos que les has hecho pasar sin quererlo ... Siete años, que en cierto modo son como los de aquella planta, estática, sin poder moverte de tu maceta particular, viendo pasar cosas a tu alrededor, pero sin verlas. Oyendo reír a viejos amigos, pero sin saber de qué los conoces, o, siquiera, si alguna vez los has conocido...

Siete largos años en una cama, postrado, viendo sombras moverse a tu alrededor. Sombras que hablan de la esclavitud que les provoca tener que cuidarte. Pero ... ¿porqué lo hacen si no los conozco de nada? No tienen porqué estar aquí. No los necesito a ellos, sino a mis hijos ... ¿Dónde estarán mis hijos?

Siete años ... y otros siete mil más si fuera necesario. Siete años viviendo a merced de una esperanza, en la mayor parte de los casos, infundada ... Siete años de un hijo viendo consumirse a un padre, de manera impotente, sin poder hacer nada , pero siempre con la llama de la esperanza prendida.

Siete y mil mas ... Siete años de una vida.

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